2 de mayo de 2013

✍ Símbolos y diábolos: un relato diabólico...

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I


La historia sobre este cuadro aquí.
Toda mi escolaridad obligatoria (jardín, primaria y secundaria) la hice en escuela católica. Quién diga que la secundaria no es obligatoria se olvida de los padres.

Cientos de niños (y niñas) esperábamos sentados a que sonara el timbre para salir corriendo a pecar. Una horda de infieles comerciando figuritas repetidas, escapando de la policía, apostando bolitas ilegalmente y deseando el alfajor del prójimo. Las monjas lo sabían todo, pero mientras no lo hiciéramos durante la misa, nos dejaban permanecer impunes.

Recuerdo que un día un compañero, el menor de una familia de bien, trajo un juguete que nos cambiaría la vida: el diábolo...

¡Gracias a Dios por tantos recreos divertidos! También gracias a Bronco que volvió a poner de moda este antiguo juguete chino.

A los pocos días cientos de diábolos de distintos colores raspaban el aire y golpeaban cada tanto las cabezas de las maestras. Rápidamente las autoridades se hicieron presentes y prohibieron satánico juego.



II

Ahora soy grande y no creo en Dios, ni creo en Bronco, es por eso que algunos años le envié al entonces arzobispo Bergoglio una carta pidiendo mi "desbautismo", o como dirían las personas serias: tramité mi apostasía. Como el pedido lo hice en vísperas de navidad, me dijeron que tenía que esperar a febrero a el que volviera de sus vacaciones.

Esperé, esperé y en marzo recibí la noticia: ya estaba fuera del club, por consiguiente ahora puedo pecar tranquilo. Puedo subir y descargar música con copyright, robar helados de un kiosko, escapar corriendo de la policía, hacer trampa apostando al poker, desear a las mujeres de mis amigos y por supuesto: retomar mi carrera de diabolista.


Aunque en verdad los malabares no me llaman la atención como antes.  Cada vez que lo agarro repito los mismos trucos que cuando tenía ocho años: lo tiro alto, lo atrapo, algunos latigazos, intento un truco nuevo, el hilo se enreda, resuelvo el molesto problema topológico de desatar todo pero ya me aburrí. Prefiero leer.



III

Nada mejor que un mate y leer sobre lo que a uno le apasiona: el arte en general, la música y el circo. Buscando en una hemeroteca llego a un ejemplar de 1908 del diario La Vanguardia (un diario español). En ella, la siguiente carta de un lector enojado:



Cotidianas

     El buen ciudadano tal día lleva prisa, y, codeándose con mucha gente que no va a ninguna parte, anda á grandes pasos y al medir el terreno, mide él tiempo.
     Del Ensanche debe ir á la ciudad vieja, a la ciudad típica, y se ve precisado a cruzar la Plaza de Cataluña.
     ...La Plaza de Cataluña no es calle, ni paseo, ni jardín: tiene de todo, y no sirve completamente para nada...
     Un muchacho, que acaso «ha hecho novillos» zarandea con sus manos los dos palos de moda, agita el cordel haciendo girar el «diábolo» vertiginosamente. Luego con fuerza separa los brazos, el cordel vibra como cuerda de guitarra recién templada, y el diabólico carrete de madera surge como un cohete, revoluciona por el espacio y desde una altura de quince metros desciende gravemente. Al llegar al suelo tendrá igual fuerza adquirida que la que le impulsó desde el punto de origen.
     Pero, el diábolo no llega al suelo porque antes va a dar contra las narices del buen ciudadano que llevaba prisa.
     El hecho se repite con harta frecuencia, y puede repetirse tantas veces como el endiablado carrete surca los aires.
     No todos los muchachos que diablean en la Plaza de Cataluña Son tan hábiles como el campeón Marcel Nelatás que en poco más de una hora hizo 3.307 tantos; ni como su rival Alfred Mennier, un chico de trece años, que hizo 3.258, en una hora, treinta y cinco minutos y siete segundos.
     Esa nueva calamidad pública que ha invadido nuestras calles constituye un verdadero peligro: un peligro más, del que creíamos habernos librado definitivamente. Porque el diábolo no es cosa nueva: se jugaba ya en Francia en tiempo de Luis XVI, y durante el primer Imperio francés también hacia estragos el «diable-á-quatre». Tampoco es nuevo el mail que ya se jugó en el siglo XVI, así como el lawn-tennys de ahora no es más que la pautne de hace trescientos años
y el golf y el foot-báll no son otra cosa que modernizaciones del «jeu-de-crosse» del siglo XIII.
     Mas, esto poco importa. Lo que interesa para la seguridad de los barceloneses es que no se juegue el díábolo en plena Plaza de Cataluña.
     Lo que hace falta es que el Ayuntamiento resuelva de una vez el adquirir terrenos para parques: porque aquí no hay sitio adecuado para esparcimiento y para sports.
     Diablear en la Plaza de Cataluña, es como hacer carreras de caballos en la Rambla: interrumpir la viabilidad de esos paseos que hacen de calles o de esas calles que sirven de paseos.
FIDELIO


¿Habrá tomado el Ayuntamiento medidas al respecto? Quizás le hicieron caso y prohibieron dicho juguete creando precedentes sobre su peligrosidad. Tampoco me sorprendería que lector enojado luego se haya puesto en campaña para prohibir el otros juguetes similares, siendo los descendientes directos de Fidelio Bronco los fundadores de famosa juguetería.

Lamentablemente encontrar registros que puedan confirmar el apellido del señor, ni encontrar intentos de prohibir el yoyó, el tiki-taka, o el bombero loco.

Niñas y niños jugando al diábolo. París (1907).
Izq: Jardín de Luxermburgo. Der: El Jardín de las Tullerías
Imagen extraída de Le Musée du Diabolo



IV

Ya había reprimido todo intento de malabarear de mi mente. Y llegó el otoño.

Caminaba con un amigo filósofo, tejiendo y destejiendo palabras, pensablando sobre tantas cosas que ya ni las recuerdo. Lo que sí recuerdo lo que me contó sobre "símbolo y diábolo":

Para los griegos "símbolo" era un objeto circular (por ejemplo una moneda) que al partirse en dos (diábolo) cada persona conservaba una mitad. Al unirse era la manera de reconocer el compromiso o saldar las deudas: reconstruír el símbolo. "O como hacen dos niñas al tener cada una una parte de la medallita de la amistada, un símbolo puede ser cualquier cosa: una pelota, una galletita..."

Unos días después me topé con los siguientes versos que me revelaron aún mas:
El símbolo junta y el diablo separa,
cuando viene diablo ya no hay más jugar.
Si el símbolo juega ¿el diablo se va?
Mejor viene diábolo y entrena a jugar.
Miriam Botbol Acreche

Y la autora continúa: "el diccionario de María Moliner recoge la etimología y señala que deriva del latín tardío «diábolus», a su vez del griego «diábolos»: el que siembra discordia. Proviene de «diaballo», separar, y éste de «ballo», arrojar y se usa generalmente en en singular y con artículo, bien representando a Lucifer o príncipe de los demonios, bien como una personificación del espíritu del mal". 

"Le diábolo" de Jacques Resch. Óleo sobre tela.

El texto completo de M. Acreche son 30 páginas en donde describe su trabajo sobre símbolo, arte y el juego desde una visión psicoanalítica. Preparé mate para amenizar la lectura. Al leerla completa se me abrieron nuevos cajones con preguntas, en los que a su vez había otros cajones. Mi mente era una complicada mamushka diabólica y fractálica.

Mientras leía recordé una frase de mi amigo: "un símbolo puede ser cualquier cosa" mientras miraba la fuente de bizcochos que acompañaban el mate. Tomé un bizcochito, lo partí en dos y lo uní por las partes redondas...

De repente me sobrevino una sensación de ahogo que me invadía. Por más que respiraba, cada vez más agitado, sentía el pecho vacío. El poco aire que entraba y salía sonaba como el pingüino de ToyStory 2. ¿Esto es un broncoespasmo? pero si yo nunca tuve un bronco... ¡Oh no! ¡Es la maldición de Fidelio que me persigue!

Y luego, como si fuera parte del mismo conjuro, pasé de la vigilia al sueño profundo en sólo un instante fotográfico.



V

Desperté al otro día. Todos mis síntomas de locura ya no estaban, pero mi cerebro olía a resaca. Mientras desayunaba un bol lleno de yogur, no sé porqué pero tuve la necesidad de decir ¡Eureka!

Y de golpe todas los cajones se cerraron: diábolo y diablo son hermanos etimológicos y las monjas siempre lo supieron. Ellas con sus freudianos poderes hicieron lo posible para que me aleje de tan maligno objeto. Aunque quizás no tenga nada que ver...


Símbolo de símbolos dicen los licenciados en comunicación, entonces yo digo diábolo de diábolos (y así me permito hablar de cualquier cosa sin importar que pierda el sentido).



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